El otoño siempre ha sido mi estación favorita. Debo ser un bicho raro, una especie en extinción. Después del previsible verano, el otoño es ideal por su variabilidad. Por ejemplo, todavía se puede ir a la playa si no eres muy friolero, y créeme, nada tiene que ver la playita de Garraf en pleno agosto, con la playita de Garraf a primeros de octubre: en la arena, las sombrillas y las carnes tostadas que la cubrían, han sido sustituidas por pequeños tesoros devueltos por el mar, trozos de madera y algas, cañas, cascaras de erizos, conchas diversas… La naturaleza intenta abrirse paso. La estridencia de la música veraniega ha dado paso al rumor de las olas y la brisa, incluso las gaviotas han recuperado el cielo con sus graznidos, meciéndose sin esfuerzo en las rachas de la tarde. El insistente cielo azul y el sol castigador del verano se han tornado en un devenir de nubes, nubecitas y nubarrones, algunos rayos de suave sol que consiguen atravesar entremedio, y una fina llovizna intermitente que me refresca la cara y me hace sentir vivo, en contacto con una naturaleza que lucha por recuperarse año tras año, a 20 km escasos de la gran urbe de Barcelona.
[one_fourth]Ingredientes
Ralladura de una naranja
125 gr de almendra granillo
250 de azúcar lustre (glas)
85 gr de harina
85 gr leche
½ cucharadita canela en polvo[/one_fourth][three_fourth_last]Elaboración
Mezclamos en un bol todos los ingredientes, hasta homogeneizar la mezcla.
Preparamos una bandeja con papel de horno y precalentamos éste a 220 ºC. Con una cuchara, ponemos manchas de unos 4 cm de diámetro en el horno, bien separadas entre ellas. (piensa que se extienden un poco).
Cocemos 5-10 min a 220ºC, hasta que los bordes empiezan a tostarse.
Retiramos del horno y damos forma si lo deseamos mientras estén calientes.
Dejamos enfriar para que se vuelvan crujientes antes de servirlas.[/three_fourth_last]