Entonces sentí su furia salvaje. Aquel animal enloquecido había viajado miles de kilómetros, cruzando el planeta entero siguiendo un instinto ancestral, absurdo, desconocido; una llamada implacable que lo arrancó de la tranquilidad de su vida anterior. Hasta donde recordaba, su existencia había sido apacible, solitaria. Sin grandes esfuerzos había logrado llegar a la edad adulta y hoy era un magnífico ejemplar de su especie. Era uno entre un millón. Sus fuertes músculos se adivinaban bajo la piel plateada, su poderosa cola lo impulsaba más rápido que la mayoría de sus presas, su implacable dentadura no daba segundas oportunidades: era el Rey. Fue entonces cuando sintió la llamada y empezó el largo viaje hacia su río natal. No comía, no descansaba… solo nadaba. Y en el camino fue reuniéndose con otros muchos de su especie, ninguno era más fuerte y grande que él. Y fue para demostrar precisamente eso que devoró aquel pececillo moribundo, robándolo de la boca de otro macho de su grupo. En ese momento nos conocimos, pues había mordido mi anzuelo;  era el fin de su viaje, aunque el aún no lo sabía. Luchó y se debatió como solo un rey puede hacer.
[one_fourth]Ingredientes
800 gr filete de salmón sin piel ni espinas
1 calabacín
100 gr champiñones
2 zanahoria
1 puerro
Una lima
Hierbas aromáticas al gusto
Flor de sal
Pimienta recién molida
Aceite de oliva virgen extra
Cuatro gambas
Unos mejillones/almejas[/one_fourth][three_fourth_last]Elaboración
Troceamos el pescado en raciones de 200 gr. Lavamos y cortamos las verduras en juliana gruesa y reservamos en un bol. Hacemos unas tiras con la piel de la lima y añadimos a las verduras. Sazonamos todo con sal, aceite, y hierbas. Mezclamos bien. Sobre un pedazo  papel de horno colocamos una montañita de verduras. Sobre ella, ponemos una porción de pescado. Acabamos con la gamba y los moluscos. Añadimos hierbas frescas o secas al gusto, sazonamos ligeramente el pescado y cerramos el papel formando un paquete. Precalentamos el horno a 200 ºC. Horneamos los papillotes durante 10-15 min. Abrimos uno, nos cercioramos del punto de cocción y servimos cerrado para que el comensal pueda apreciar por completo los aromas.[/three_fourth_last]