Trabajar en bcnKITCHEN es cada día diferente: recibes gente nueva, que hace que cada taller sea único; cocinas nuevos platos, emplatas de formas distintas y aprendes de cada una de las personas que pasa por aquí. Trabajar en bcnKITCHEN es trabajar en un sitio con luz natural, con música, con vistas a la calle y lleno de color y detalles. Ante todo, sin embargo, trabajar en bcnKITCHEN es trabajar en un lugar que está siempre limpio, impecable. Y detrás de esto, algo que parece magia, está él: Abdul. Abdul trabaja incansable, limpia, arregla, atiende, ayuda, sigue limpiando y vuelve a ayudar; de una manera mágicamente incombustible.
Desde que entré en bcnKITCHEN he trabajado mano a mano con él, en un yo cocino y tú limpias especial: acordando cómo ordenábamos el espacio y pensando cómo podíamos hacer para falicitar el trabajo del otro. Y todavía hoy me sorprenden sus «grà cies, guuuuapa!» de cuando le traigo cosas que hay que limpiar; y aún no me explico la energía, la predisposición y los ánimos que le acompañan en cada uno de sus momentos. Y aunque todo esto ya sea suficiente como para saber que Abdul es uno entre un millón, lo que es más increíble es justamente el momento en el que encuentra tiempo para parar.
Y para, y de repente, te cuenta una historia, un episodio de su vida, un trozo de experiencia única, a veces un pedazo de sabiduría. Y entonces tienes que parar, porque necesitas escucharlo: te habla sobre guerra, una guerra de montaña, de indefensos contra helicópteros y de estrategia contra recursos; de cultura e incultura y de lucha por las libertades. O describe, una por una, las cimas y montañas de su Afganistán con añoranza; te habla de su familia, de su increíble esposa que cuando encuentra un momento hace lo que sea para ayudarle, o de sus hijas, la mayor y las gemelas, nacidas todas en un campo de refugiados; de cuando él fue médico en una frontera y de cuando luchó por su vida; y te enseña sus heridas de bala de un bando y del otro; o te explica lo que fue en su país y de lo que es aquí. Y cada vez que te explica algo, te lo explica como quien te explica experiencias nimias como que ayer cogió el tren, porque para él es normal, cotidiano. Y, cada vez que te explica algo lo sabes: estás trabajando con un superviviente, un guerrero por la libertad, un refugiado por sus ideas y un héroe ahora anónimo, que tienes la suerte de haber conocido en una cocina. Y es entonces cuando comprendes que sí, que estás trabajando mano a mano con un héroe; y ya no por su incansable forma de trabajar, sino por su trabajo, por su pasado y por su forma de ser, por sus heridas curadas y por todos esos pedazos de vida que sólo te sugieren una pregunta: ¿Cómo puede seguir? Abdul sigue, Abdul sonríe y Abdul comparte, haciéndote ver, día tras otro, lo afortunados que somos de tenerle cerca.